México tiene esa capacidad de enamorarte sin darte cuenta, y en un abrir y cerrar de ojos caer redondito a sus pies. Es tierra fértil para todo aquel que desee perderse en su exuberancia, en sus monumentos históricos, en la explosión de colores de sus comidas, de sus fachadas azules, naranjas o amarillas, en la sonrisa generosa de su gente y la mirada cómplice de un niño en el pesero. ¿Y para nosotros los extranjeros? es ese abrazo fraterno en tres tiempos que te obliga a amarlo, a pesar de cualquier comentario malo o bueno.

Mi México es ese que te abraza y te hace sentir en casa. Es ese que te sorprende con su exquisita gastronomía, esa que extremadamente condimentada, esa que te hace sudar y que te pica apenas toca tu lengua o tu paladar, cuestionándote el porqué decidiste ponerle más salsa al taco o a la torta de tamal. México es su variedad deliciosa de bebidas, acá hay pulque y curado, tepache en bolsa, tequila cristalino, añejo o reposado, mezcal oaxaqueño, de Guerrero o de Durango. Nunca va a faltar una bebida fuerte en una reunión social, ni ganas de extenderla con "un caballito más".
Mi México ese que te embruja con sus tradiciones, su música, su mariachi, su banda, su marimba, su cumbia "guapachosa", sus danzas y artesanías coloridas. Ese México de los majestuosos murales de O’Gorman o de Siqueiros, ese de las pinturas surrealistas de Frida y de Diego.
Mi México sufrido y trabajador, ese que ha tenido que sortear infinidad de crisis políticas y sociales como en un cuadrilátero de lucha libre, detrás de una máscara al mejor estilo de El Santo, Místico o Blue Demon. Con la frente en alto y el pecho de acero.

Mi México ese donde me enamoré en una esquina de la kilométrica avenida Insurgentes, ese que busca cualquier excusa para celebrar la vida (y la muerte), ese que me regaló alegrías, amistades multiculturales, entre risas y botanas, escuchando de fondo una melancólica melodía de José Alfredo, de Agustín Lara o de Manzanero.
Mi México ese que me sorprendió con su diversidad de paisajes, sus mares, magueyales, volcanes y sus imponentes pirámides. Donde su gente es amable, dicharachera, alburera y siempre que pueden se ríen de mí cuando debo pronunciar alguna palabra en su complejo náhuatl como: Tlacoquemecatl.
México es la pluralidad de acentos, ese golpeado del norte, el cantado del sur o el que es un poco más sencillo (para mi) de entender: el del centro. Inclusive a lo largo y lo ancho de su capital uno puede encontrarse con múltiples características y desigualdades que te hacen darte cuenta, que casi casi es un país dentro de otro. Y es que somos más de 120 millones de almas conviviendo en un mismo suelo, sorteando colosales huracanes e incontables terremotos.

Ese México sonriente y con profundas raíces otomíes, mazahuas, mayas, mixtecas sin olvidar esa influencia europea que tenemos todos los que nacimos en este extenso continente llamado América. Ese donde tienen un perro al que llaman Xoloitzcuintle, con un penacho de pelo en la parte superior del cráneo, quien según la creencia azteca, cumple la función de proteger a los vivos y guiar las almas de los muertos.
Mi México ese que usa diminutivo para evitar corajes, “ahorita” o “por favorcito” y al que “apenitas” pude acostumbrarme. Ese que recorrí en metro, en avión, en coche, caminando o en bicicleta. Ese que me dejo ver sus grandes contrastes y diferencias. Ese México de los tianguis oportunos que te quitan del apuro, de las campanadas en las colonias tradicionales que anuncian la misa de domingo, del grito de gol en el gigantesco "coloso de Santa Úrsula" o del canta y no llores, ese verdadero himno llamado "Cielito lindo".

Y digo mío, porque esa es la magia de esta tierra.
Te hace sentir en casa aunque no lo sea, porque acá siempre habrá un lugar para alguien más en la mesa, porque nunca faltará un tamal calientito con atole en la calle, ni rosca de reyes con un muñequito incrustado en el, ni salsa picante que te haga sudar hasta el alma, ni quesadillas de huitlacoche o flor de calabaza, ni tacos de barbacoa un domingo en la mañana o carne asada con guacamole, cerveza modelo y tortilla fresca.
Mi México lindo y querido, hace 211 años clavaste tu bandera como símbolo de independencia y hoy te celebro como una mexicana más. Porque así me siento… con el corazón dividido, con los colores verde, blanco y rojo, sintiéndote en cada latido.
¡Viva México amigos!
hola Jesica, mi nombre es Carlos Amir González, uruguayo que vivió 20 años en Paraguay. Hice radio con tu padre, conocí a tus padres y hermanos, también a tí, muy pequeña ... tuve un programa en la radio Qué Será ... cuando el accidente de tu hermano ya había retornado al Uruguay ... me ha emocionado tu relato y la forma en que escribes y describes, que tiene mucha calidad expresiva sin perder la argumentalidad de los sentimientos humanos, que te ponen dentro de las circunstancias humanas de la vida, como una protagonista articuladora que vence miedos y adversidades, ayudando a otros seres a hacerlo. El otro día veía un video en que tus padres presentaban el libro "El jardín…